Ante todo, hay que decir que
Fake News de la Antigua Roma, de Néstor F. Marqués, es un libro excelentemente escrito, sus páginas se leen con placer y agrado, aunque muchas veces sean páginas de la historia de Roma en general por todos conocidos, especialmente los que se dedican a ello por afición o profesión.
Por eso quizás piense que aún siendo un titulo menos atractivo, el anterior libro
Un año en la antigua Roma me llamó más la atención por todo aquel mundo de fiestas y actividades populares de los romanos, esa pequeña historia más desconocida que la gran visión histórica.
Otro acierto son las citas de pasajes originales de los textos de los autores, acompañadas de su traducción.
No es un libro farragoso en absoluto, y la capacidad de síntesis del autor unido a una magnífica expresión, hacen la lectura una experiencia francamente amena
En cuanto a las fake news, en realidad la que más me impactó (debe ser una máxima del oficio de divulgador, ya lo decía Ibañez Serrador q.e.p.d., lo importante es tener un arranque muy atractivo), pues bien, la que más me impactó, además de otras que van salpicando el libro, fue la que encabeza el libro en la introducción.
Es esa anécdota, o fake news tal como lo llamaríamos ahora a esto que siempre ha existido, la de que Virgilio en un momento dado tuvo como mascota a un mosca, y cuando esta murió, celebró un funeral con cena incluida y le levantó una pequeña capilla, cosa a todas luces de lo más insólita.
Buceando aquí y allá el autor logra desentrañar, como quien tira de una madeja, el origen de esta falsa noticia, ¿fake news? de una forma tan asombrosa como inteligente.
Como historiador y arqueólogo, el autor avisa, antes de dejarnos seguir la lectura, que investigar en la historia de Roma es lo más parecido parecido a esta acertada metáfora, estar en la sala de un cine a oscuras, con palomitas y donde nos proyectan una película como si fuera la verdad real.
Así y todo si esperábamos que la tónica del libro fuera a ir por los derroteros de la anécdota de la mosca de Virgilio, nos quedamos un poco a mitad. El libro se lee con deleite y agrado, las fake news es como su eje, van saliendo a cada momento, como leit motiv, bien documentadas, amenas, entretenadas e ilustradoras.
Es cierto que el autor descubre muchas "verdades" que están tras las falsas noticias, leyendas o anécdotas más o menos conocidas y divulgadas a lo largo de la historia de Roma, si bien es cierto es que muchas de ellas son fruto de la contraposición que ofrece la disciplina histórica a mitos (Rómulo), leyendas (Horacios), políticas imperiales de propaganda (Augusto, Trajano, ...), noticias de opositores al régimen (contra Calígula, Tácito, Juvenal contra Domiciano, etc.).
También nos entresaca otras tantas noticias debidas a la cultura popular, desde las películas de gladiadores (p.ej., el gesto del pulgar para indicar vida o muerte que parece no ser así), pasando por novelas muy divulgadas como Yo, Claudio. con su repertorio de intrigas, luchas por el poder, muertes, ...
A este respecto interesante la interpretación que presenta sobre el posible teatro organizado en torno a la sucesión"azarosa" de Claudio. Según se nos cuenta y transmitido, los pretorianos tras acabar con la vida de Calígula, descubren "casualmente" oculto a su tío tras la cortina y sobre la marcha lo nombran emperador..
Como no podía ser menos, un papel interesante lo dedica a desmitificar y desmentir bulos contra mujeres , emperatrices, ... De entrada, el autor afirma taxativo que en la historia de Roma las mujeres siempre han estado en un segundo lugar, cuando no confinadas a un papel sumiso, silencioso, obediente y servil. Éste que se le supone como su papel correspondiente. Así, se interpreta ya desde los inicios el papel legendario de Rea Silvia como pasivo, hasta a la misma Lucrecia quien incluso clavándose el puñal en su corazón no hace otra cosa que desempeñar su papel secundario, de honor violentado en una sociedad patriarcal. Sólo se salvan las sabinas en un papel inusualmente protagonista.
Y para cuando tienen algún papel relevante, como Livia, intrigante y asesina en la cultura popular vía la novela de R. Graves, la trata de rehabilitar con todos los argumentos históricos contrastados.
A pesar de todo, algunos seguirán prefiriendo a la Livia de Yo, Claudio.
O la bellísima y adúltera Mesalina, para la que el autor podía tener algún desorden ninfomaníaco que luego las fuentes trataron de exagerar.
Ya se adivinaba que Calígula o Domiciano, siendo sobre todo el primero un perfecto depravado, no lo fueron a tal extremo como las fuentes en parte interesadas citan, o que Octavio Augusto no fue el tan maravilloso gobernante que dijo ser, en esto se sigue lo que la historia ya confirmaba.
Lo malo de todo esto es que nos priva de estos personajes ya con su aura literaria y popular de perversos emperadores, intrigantes mujeres, emperatrices capaces de envenenar a sus propios esposos con tal de asegurar su descendencia, y el gran elenco de personajes turbios o buenos que la historia de Roma nos presenta.
Y que, sin ir más lejos, han servido (y suponemos que servirá en el futuro) de base documental a una serie de tan éxito popular como Juego de Tronos, cuyo autor confirma su afortunada fuente de recursos en la historia romana. Sin ir más lejos, Calígula es el personaje que inspira a Joffrey Baratheon, el personaje más perverso de la serie..
Una parte importante del libro se dedica a los emperadores del Alto Imperio, los mismos que Suetonio, secretario de Adriano, reunió en su obra Vida de los Doce Césares, donde sitúa el primero, sin serlo, a Julio César.
La verdad es que a la hora de resumir el libro, va quedando una idea más completa de lo que ha querido hacer el autor, reunir en torno a cada personaje, período o acontecimiento histórico, todas o las más conocidas que más o menos aceptadas, tienen su verdadera interpretación, muchas de ellas conocidas por los estudios históricos de siempre, la mayoría desconocidas en la visión tradicional que hasta hoy hemos tenido de esos siglos romanos. En cualquier caso, ayuda de forma documentada y amena a ver la historia de Roma con ese enfoque.
Aunque, como la primera anécdota, que nos deja tan buen sabor de boca, no alcancemos a conseguir acontecimientos realmente novedosos desde el punto de vista histórico.
Interesante también, al menos para nosotros, la revisión de la batalla del Puente Milvio, la historia de Constantino y el signo de la cruz. Igualmente, la reinterpretación del lábaro o crismón en el sentido literal del texto de Lactancio.
También interesante la del número de la bestia, no otra cosa, para pòsible decepción de satanistas y otras tribus demoníacas, que el nombre de Nerón Caesar escrito en números, que entonces se escribían con letras. Como dice, según las aproximaciones más lógicas, el número 666 es el producto de la suma de las letras del nombre, según el alfabeto griego, transcrito al alfabeto hebreo (p. 248). Esta parte para nosotros es muy interesante.
Igualmente revisa ciertas versiones que presentan a personajes como Constantino, quien según la historia manipula su conversión al cristianismo en su propios intereses. El autor nos dice que, a pesar de esto, su conversión pudo ser sincera. O la figura de su madre Helena, a la que desmitifica como descubridora del verdadero lignum crucis.
En resumen, es un cúmulo grande de noticias una detrás de otra que nos presenta la sucesión de medias verdades, afirmaciones interesadas, interpretaciones históricas más o menos contrastadas, que podemos encontrar cuando hablamos de nuestra historia de Roma. Un libro ameno, recomendable e interesante.