domingo, 22 de octubre de 2017

HALLOWEEN Y CULTURA CLÁSICA: EL HOMBRE LOBO Y LOS VAMPIROS

RELATOS DE MISTERIO Y TERROR
Cultura Clásica.


(TOMADO DE ESTA PUBLICACIÓN DEL  BLOG ATLANTIKA)

TAREA DE LECTURA.-


- LEER LOS DOS TEXTOS QUE VIENEN A CONTINUACIÓN Y REALIZAR LAS DOS ACTIVIDADES, UNA PARA CADA UNO, QUE SE PROPONEN.

A) TEXTO 1.- DESCRIBE Y EXPLICA EL MITO DEL LICÁNTROPO. EXPLICA LA LEYENDA DE LA MITOLOGÍA GRIEGA QUE DIO ORIGEN A ESE MITO.

B) TEXTO 2.- BUSCA QUÉ OTROS SERES DE LA MITOLOGÍA GRIEGA TIENEN RELACIÓN CON EL VAMPIRISMO. DESCRÍBELOS. 


1 EL HOMBRE-LOBO DE CAPUA
(Petronio: Satyricon, 61-62)


Así que, después de haberse deseado todos buena salud de cuerpo y alma. Trimalción se dirigió hacia Nicerote diciéndole: “Solías ser más divertido en las reuniones. Me sorprende que hoy estés tan callado y que ni siquiera te inmutes. Si deseas hacerme feliz, te suplico que me cuentes lo que te ha sucedido en esta ocasión”. Nicerote, halagado por la insistencia de su amigo, le contestó: “Que se escape de mis manos cualquier tipo de riqueza si no es cierto que estoy rebosante de gozo al comprobar tu actitud hacia mí. Así que mi satisfacción es absoluta, aunque me inquieta que estos intelectuales se burlen de mí. Es su problema; de cualquier modo, pienso contarlo; pues no te roba nada quien se burla. Es preferible reír a que se rían de ti”. En cuanto dijo estas palabras, comenzó a relatar la siguiente historia: “Cuando yo todavía era esclavo, vivíamos en una calle estrecha, en la actual casa de Gavilla, donde por voluntad divina me enamoré de la mujer de un tabernero, llamado Terencio. Habéis tenido el gusto de conocerla. Se trata de Melissa, una auténtica joya. Pero, por Hércules, que no la pretendía por su hermosura ni movido por un deseo carnal, sino más bien por su bondad. Nunca me negó cuanto le pedí. Todo el dinero que ganaba lo compartía conmigo. Yo lo escondía entre sus senos y nunca me engañó. Cuando a su esposo le sorprendió la muerte en su casa de campo, lo intenté por todos los medios, removí cielo y tierra para estar a su lado, pues ya se sabe que en lo momentos difíciles es cuando más se necesita a los amigos. Casualmente mi amo se había marchado a Capua con el fin de deshacerse de unas cuantas prendas inservibles. Aprovechando su ausencia, convencí a uno de nuestros huéspedes de que recorriera conmigo las cinco millas que nos separaban. Se trataba de un soldado más valiente que el mismo diablo. Partimos aprovechando la luz del amanecer, aunque, debido al intenso resplandor de la luna, parecía que el sol ya brillaba. Cuando llegamos a las puertas de la ciudad, mi acompañante comenzó a abrirse camino entre las tumbas allí situadas, pero yo seguí sin desviarme tarareando y contando las lápidas funerarias hasta que, al volver la vista hacia mi compañero, vi que se había desnudado y que había ido dejando tras de sí toda su vestimenta. Mi sobrada valentía ya sólo persistía en la punta de mi nariz, pues me quedé estupefacto cuando, después de orinar alrededor de su ropa, se transformó en lobo. No penséis que estoy burlándome de vosotros; os digo la pura verdad; yo no vivo, como otros, de la mentira. Así que, como os iba diciendo, después de haberse convertido en lobo, comenzó a aullar y se adentró en el bosque. Primeramente me quedé tan desconcertado que no sabía ni dónde me encontraba, pero, después de reaccionar, me acerqué a recoger sus ropas: se habían petrificado; si en verdad uno pudiera morir de miedo, yo lo estaría. No obstante, me aferré a mi espada y logré escapar de mis alucinaciones hasta que conseguí llegar a casa de mi amiga. Me transformé en un fantasma. Casi desfallecí: el sudor surcaba mi entrecejo, mis ojos estaban muertos, a duras penas conseguí sobreponerme. Mi estimada Melissa no pudo menos que sorprenderme al verme aparecer a una hora tan intempestiva, y exclamó: ‘Si al menos hubieres aparecido antes, nos habrías ayudado, pues un lobo entró en la granja y descuartizó todo nuestro ganado, tal cual lo hubiese hecho un carnicero. Pero, aunque logró escapar, no consiguió completamente su propósito, pues uno de nuestros esclavos le atravesó el cuello con una lanza’. Cuando oí esto me quedé espantado, pero, al despuntar el día, corrí a nuestra casa como un tabernero acechado y, al pasar por el lugar donde la ropa se había quedado petrificada, no encontré otra cosa más que sangre. Cuando llegué a casa, mi compañero el soldado yacía en la cama herido como un animal, mientras un médico curaba las heridas de su cuello. Comprendí que aquel hombre era licántropo y a partir de entonces no me atreví a compartir con él ni un solo alimento; antes la muerte. Cada cual puede tener su opinión particular sobre este asunto, pero que descarguen nuestros genios su ira sobre mi persona si estoy mintiendo”.

2. EL CAPADOCIO Y LAS ESTRIGAS
(Petronio: Satyricon, 63)



Asombrados todos por el increíble relato, habló Trimalción: “Escuchando tu relato, os puedo asegurar que se me han erizado los pelos porque soy consciente de que Nicerote no acostumbra a gastar bromas; todo lo contrario, pues es escueto y nada charlatán. Por lo que a mí respecta, os voy a relatar también un horrible suceso, otra historia de un asno en los tejados. Cuando todavía mi cabellera era abundante, y llevaba yo, como la mayoría de los muchachos, una vida placentera, se le murió a nuestro amo un esclavo complaciente. Por Hércules, una joya, y además de singular valor. Mientras su desgraciada madre lloraba su pérdida y en su compañía velábamos la mayoría de nosotros, de pronto aparecieron las Estrigas, unas duendes maléficas que se movían tan rápidas que parecía que un perro persiguiera a una liebre. Nos acompañaba un hombre de Capadocia, corpulento, valeroso y hábil para la lucha: era capaz de enfrentarse a un toro enfurecido. El hombre se lanzó al exterior desaforadamente y, con su espada desenvainada y su brazo izquierdo debidamente protegido, atravesó a una de ellas por el centro de su cuerpo; sólo los dioses saben lo que tocaría, pero escuchamos un profundo gemido aunque a ellas en verdad no las vimos. De regreso, nuestro salvador se abalanzó extenuado sobre el lecho pues todo su cuerpo estaba amoratado, como si se le hubiese mortificado a latigazos; parecía evidente que un maleficio había caído sobre él. Nosotros cerramos la puerta y proseguimos nuestro velatorio; pero al intentar la desconsolada madre abrazar el cuerpo de su hijo, tan sólo encontró un puñado de paja. No tenía nada, ni corazón ni entrañas; no cabía duda de que las Estrigas nos habían arrebatado al niño y habían colocado en su lugar un muñeco de paja. Os lo aseguro, os conviene creer en la existencia de estas mujeres dotadas de poderes sobrenaturales; son seres nocturnos que lo transforman todo. Por lo que respecta a aquel corpulento mercenario, después de este