martes, 16 de diciembre de 2025

QUINTO CURCIO EN MISIÓN EN PARIS, de PÉREZ REVERTE, 2025.

 Pérez Reverte y sus homenajes a la literatura y la cultura clásica grecolatina.


En su recién estrenada novela, Misión en París, A. Pérez Reverte nos da una nueva entrega de su brillante y casi olvidada saga del capitán Alatriste.



Como en las otras otras de la serie, aparte de mezclar personajes históricos, también fusiona personajes de ficción en esta nueva ficción que presenta.


Nos volvemos a encontrar a los mismos protagonistas de sus otras entregas del capitán. En primer lugar, al capitán, título no de carrera militar, como explica varias veces, sino de autoridad moral y del propio carácter que emana su presencia, al capitán Diego Alatriste, espadachín de ruda historia, no exenta de episodios nada edificantes, pero personaje de una pieza y con un código de honor por encima de todo lo demás.

A su lado, el narrador de la historia, el joven aprendiz, Íñigo de Balboa, que va entrando en el duro y difícil mundo de los adultos, el ahora recién estrenado cargo de correo real Íñigo .

Luego, los singulares e inmediatos compañeros del capitán Alatriste, por un lado, el curtido, cultivadísimo y mundanamente descreído don Francisco de Quevedo, fiel amigo del capitán, pese a todo, que lo acompaña como contrapunto a veces al mundo real y oficial en el que se ve embarcado el capitán; por otro, una aragonés mal hablado, Sebastián Copons, , pero noblote al fin y al cabo.

A este núcleo habitual, se le suma ahora un nuevo espada, un tal Tronera, veterano en asechanzas, y conocido de Alatriste por una antigua y cruda aventura en Nápoles. Su presencia sirve para recordar un episodio nada edificante del capitán, para alejar de él nada que tenga que ver con un idealizado y legendario héroe de ficción.


Lo novedoso, aunque no tanto, ya tenemos desde el principio a personajes como Quevedo o Guadalmedina, aunque no sean literarios y ficticios, lo novedoso, queríamos decir,en esta última entrega , es la aparición y el cruce en la historia de unas de las figuras más populares y famosas de la literatura de aventuras. Nos referimos a los tres mosqueteros y D'Artagnan, a quien, sin embargo, no se le nombra como tal y aparece como un jovenzuelo irreflexivo y peleón.

Reverte sólo se refiere al famoso gascón como un joven recién unido al tríos oficial de mosquetero, bravucón, insolente e impulsivo. 

Al contrario de la mesura y la continencia entre Alatriste y el principal de los mosqueteros en la novela, el algo afectado Athos, pues ni Porthos ni Aramis tienen más que una presencia testimonial, quienes deben aguantar las ganas heroicas de batirse por órdenes superiore, el innombrado D´Artagnan y el equivalente suyo, Íñigo, se baten impulsivamente, como si fuera un espectáculo, ante los ojos de sus superiores, en pleno asalto histórico de la hugonote La Rochelle.

Con este guiño literario a sus autores y lecturas favoritas, como Dumas y los mosqueteros, se desarrolla la novela, en una trama que transcurre entre España, París y finalmente el histórico sitio de La Rochela, en la que se ven implicados Alatriste y sus compañeros.


Como es habitual en este autor, y así manifiesta continuamente en artículos, entrevistas, y otras manifestaciones, siempre hay un homenaje y una referencia, por pequeño que sea, al mundo de la literatura y las citas de los autores grecolatinos, a la lengua latina o a la griega.

En este caso, y precisamente refiriéndose al sitio de La Rochelle por parte del ejército del católico rey francés frente a la minería hugonote y protestante que la ocupa, junto con otras plazas y con el apoyo manifiesto del británico duque de Buckingham, la novela aprovecha para hacer una cita erudita al enigmático historiador romano, Quinto Curcio Rufo, autor de una única obra conservada,  Historiae Alexandri Magni Macedonis (Historias de Alejandro Magno de Macedonia), una biografía sobre la vida y hazañas de Alejandro Magno.



La cita viene en el siguiente pasaje, cuando Quevedo, hablando con Alatriste y los suyos, los pone en situación en relación al asedio de La Rochela.


"... Desde el año anterior, nos recordó Quvevedo, Luis XIII y Richelieu asediaban la Rochela, último gran bastión de la religión  reformada en suelo francés; y la Inglaterra de Carlos I y su ministro el duque de Buckingham procuraban socorrer la plaza con tropas, navíos y suministros...

    Y, a continuación, viene la cita erudita y clásica, que nos entronca este histórico sitio de La Rochelle con el legendario asedio de Alejandro Magno a la fenicia ciudad de Tiro, que se prolongó durante los siete meses. Tiene en común los dos lugares el que se trata de plazas fuertes pero costeras, aislada la de Tiro de la tierra, y protegidas las dos por el mar, lugar este por donde les puede llegar apoyo y suministros. Hecho tal que obligaba a una estrategia más concienzuda para tomarlas.

Es el propio Richelieu, según nos cuenta la novela, el que se con una erudición magnífica, evoca el episodio del asedio de Tiro en la obra de Quinto Curcio, cuando éste narra las hazañas del más grande estratega de todos los tiempos, Alejandro de Macedonia.

"... Para estorbárselo, Richelieu había refrescado en el historiador romano Quinto Curcio los pormenores del asedio de Tiro por Alejandro

La obra de ingeniería de Alejandro consistía en la construcción de un dique o plataforma que uniera la aislada isla de Tiro al resto del continente. Richelieu piensa hacer algo parecido, pero para dejar incomunicada por mar a la ciudad hugonote. En cualquier caso, es necesario levantar un dique en plena mar para poder conseguirlo.

así que a las dos leguas  de circunvalación  en torno a la ciudad añadía un dique hecho de barcos hundidos, piedras y maderos, que cuando estuviese acabado impediría el paso de los barcos ingleses. Desde que el cerco se estrechaba  de tan ingeniosa forma, el hambre y la miseria crecían en la ciudad y la moral de los rochelenses era cada vez más baja ..." (p. 59).

Aquí se refiere  dos cosas, entre otras, que asocian el episodio de La Rochela a lo de Tiro, una, lo del dique, otra lo ingenioso de la estrategia.

 

El cardenal Richelieu en el dique de La Rochela, dique o malecón al similar al que se refiere la novela cuando Alejandro y los macedonios asediaron Tiro.

Así empieza el episodio del asedio de Tiro el historiador Curcio en IV, 2.

Iam tota Syria, iam Phoenice quoque excepta Tyro Macedonum erat, habebatque rex castra in continenti, a qua urbem angustum fretum dirimit.

    Alejandro, en vista de las dificultades del asedio, trata de ganárselo por la vía diplomática, pero los tirios no acepta. Curcio cuenta entonces la respuesta airada del rey.

‘Vos quidem,’ inquit, ‘fiducia loci, quod insulam incolitis, pedestrem hunc exercitum spernitis, sed brevi ostendam in continenti vos esse. Proinde sciatis licet, aut intraturum me urbem aut oppugnaturum.’ 

    Alejandro vuelve a intentarlo más tarde vía emisarios, pero éstos incluso son asesinados. Por tanto, decide asaltar definitivamente la ciudad. 

Pero se va a encontrar con esa dificultad casi insalvable, el que Tiro era una isla y no una plaza fuerte en tierra firme. Por lo que, y aquí viene su necesidad, ha de construir un dique o terraplén que la convierta en una lugar accesible por tierra.

[16] Sed ante iacienda moles erat, quae continenti urbem committeret.

    Cuenta Curcio que, de inmediato se apodera el desánimo entre sus hombres, ante lo descomunal de la tarea, debido a las fuertes mareas, los vientos, la profundidad de las aguas.

 [16] ..., quae continenti urbem committeret. Ingens ergo animis militum desperatio incessit cernentibus profundum mare, quod vix divina ope posset inpleri: quae saxa tam vasta, quas tam proceras arbores posse reperiri?

    Alejandro, para levantar sus ánimos, recurre a un sueño profético, con visos de influir claramente en la mentalidad de sus hombres, en el que el mismo Hércules lo acompañaba y servía de guía para entrar en la ciudad.

[17] At ille haudquaquam rudis pertractandi militares animos speciem sibi Herculis in somno oblatam esse pronuntiat dextram porrigentis: illo duce, illo aperiente in urbem intrare se visum.

    Entre una y otra cosa, empezó la construcción de tal magna obra.

 [18] Ducibus deinde negotium datur, ut suos quisque castiget, satisque omnibus stimulatis opus orsus est.

La construcción de un primer dique se empezó arrojando grandes piedras del lugar junto a Tiro, llamado “Palaetiro”, Magna vis saxorum ad manum erat Tyro Vetere praebente, ... Pero esta plataforma fue destruida, así que se empezó una segunda. Los materiales con los que se rellenaban eran también pedruscos y madera, unidos esta vez concienzuda y trabadamente. 

[8] Rex novi operis molem orsus …[9] Totas autem arbores cum ingentibus ramis in altum iaciebant, deinde saxis onerabant rursusque cumulo eorum alias arbores iniciebant, tum humus aggerebatur: superque alia strue saxorum arborumque cumulate velut quodam nexu continens opus iunxerant.

  Básicamente, pues, mil ochocientos años después, es el mismo ingenio y son casi los mismos materiales, piedras y madera, esos con los que el cardenal Richelieu construye el dique en torno a La Rochela, como reflejo el relato, 

… así que a las dos leguas  de circunvalación  en torno a la ciudad añadía un dique hecho de barcos hundidos, piedras y maderos, 

De esta manera, a vuela pluma, hace Reverte su pequeño homenaje a la literatura clásica, y a este historiador del que apenas se sabe nada, pero que dejó una obra sobre Alejandro muy bien narrada y emocionante.

Así, y para concluir, lo podemos ver en el pasaje del asalto definitivo a Tiro, cuando describe el arrojo y la valentía del propio rey macedonio luchando en primera fila.

[10] Biduo deinde ad quietem dato militibus iussisque et classem et machinas pariter admovere, ut undique territis instaret, ipse in altissimam turrem ascendit ingenti animo, periculo maiore: quippe regio insigni et armis fulgentibus conspicuus unus praecipue telis petebatur.

Como si fuera un héroe de leyenda, Alejandro, y para mayor contrapunto con la frustrada misión y la huída en la que se verán envueltos Alejandro y su pequeño grupo al final de la novela, a diferencia de éstos, pero casi rayando la novela literaria más que la del historiador, el Alejandro de Curcio se bate indestructible e imparable.

[11] Et digna prorsus spectaculo edidit: multos e muris propugnantes hasta transfixit, quosdam etiam comminus gladio clipeoque inpulsos praecipitavit. Quippe turris, ex qua dimicabat, muris hostium propemodum cohaerebat.


Notas finales:

  • El asedio de Tiro en Curcio se encuentra en el libro IV, 2.

  • Hemos de recordar que el divulgador, a partir de la Edad Media, de la obra de Curcio es Gautier de Chatillon. Curcio gozó de gran popularidad ya en la Edad Media, cuando aparecen los primeros manuscritos de su obra (wiki), y contribuyó a enriquecer la obra de la llamada materia de Alejandro de la época. La más conocida e influyente de las cuales es, como decimos, la del francés Gautier de Châtillon, Alexandreis (La Alejandríada), en la que se inspira el hispano Libro de Alexandre.

  • Reverte quizás podía haber hecho referencia a los otros historiadores que tienen una biografía de Alejandro, como Arriano, Plutarco o Diodoro, que son los escasos textos que se conservan. Sin embargo, ha elegido a Curcio para ello. En otros pasajes, es bien cierto que tanto Curcio como el sicioliota Diodoro son más literarios y hasta novelescos que los dos primeros.

  • como vemos, es una cita al vuelo, que viene al pelo por el famoso asedio que hizo el rey macedonio de la estratégicamente ubicada ciudad-estado de Tiro, un isla en realidad muy próxima al continente, pero protegida del mismo por eso mismo. 


el dique o terraplén frente a Tiro.

ubicación de la isla de Tiro.


las torres de asedio sobre el malecón.


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