Un día de furia, Falling down, 1993, es un film excelente de Joel Schummacher, de hace ya unos cuantos años. Los actores principales son Michael Douglas, como Bill Foster, Barbara Hershey, su exesposa Beth, y Robert Duwall en el papel del policía Prendergast.
Se podría haber subtitulado, de igual manera, la Odisea de un Ulises del siglo XXI. Es decir, de un Ulises neurótico y desquiciado, con orden de alejamiento parental para más inri, y que, por lo tanto, no puede regresar donde su Penélope.
Esta nueva Penélope, además, lo rechaza, le impide que regrese, le suplica que no vuelva a casa, en verdad le tiene miedo, pues lo suyo ya ha terminado hace ya mucho tiempo, de muy mala forma, y necesita de protección oficial ante su Ulises.
Este Ulises-Douglas, el personaje llamado Bill Foster, un personaje trastornado, en estado de ansiedad crónica y al borde de la enfermedad mental. Pero su patología es en gran parte de origen social, reflejo de la neurótica sociedad nortemaericana en la que vive.
Siguiendo ya con la historia, el nuevo y distorsionado Ulises, pues, este antihéroe, en pleno atasco de una de las autopistas, que es así como comienza el film, desquiciado, abandona su vehículo ante el enfado de los otros conductores y decide en un arrebato, hastiado del todo, regresar a casa, a su casa, andando, atravesando los tramos de ciudad que lo separan de su perdido hogar.
Bueno, de lo que había sido su hogar. En realidad, el matrimonio entre Ulises-Douglas y Penélope- Hershey, por el trastorno de él, se rompió hace años, viven desde hace tiempo separados, y ella se ha quedado con su pequeña hija. Pero en la mente trastornada de Douglas, ella sigue siendo su esposa, quiere ver a su hija, es el cumpleaños de la niña,a demás, y quiere regresar a casa, al hogar, al que fue el suyo en una época, y del que, en ese trance mental que está padeciendo, no ha salido todavía.
Aunque aquí no hay viajes al exterior maravillosos y aventuras, el viaje es al centro mismo de una megaurbe urbanita, inhumana, descomunal, como la anónima y salvaje Los Ángeles que se nos muestra en la película. Éste es el verdadero viaje del héroe desquiciado, un antiviaje, se podría decir.
Pues no hay conocimiento unido al viaje, como es lo que suele ocurrir y van de seguidos en el transcurso del camino. El viaje está distorsionado por la mente del protagonista, y por la alocada y desnortada ya sociedad urbana por la que atraviesa.
Si acaso es a los espectadores a los que nos muestra un a verdad, un conocimiento, un retrato crítico y revelador del mundo en el que nos encontramos. Pero el personaje central, por su trastorno obsesivo, no llega, o quizás si, al final, no llega a reconocer y a reconocerse a sí mismo despues de ese trance viático, como hubiera sido lo normal en un de relato clásico de viaje.
Recuerdo, ahora que escribimos esto, el relato de John Cheever, y luego también film, de los años sesenta, El nadador.
Siguiendo con el recurso narrativo del viaje, de una road movie, en lugar de ser una road movie clásica, en automóvil, Douglas hace, como los antiguos, todo el trayecto a pie, cruzando calles, barrios marginales y peligrosos, avenidas en obras, tráfico infernal, ... todo en medio de ruidos deshumanizados. El protagonista hace todo el camino, el viaje, a pie.
Este policía, de gran humanidad, perspicacia y paciencia, le ocurre algo parecido a Douglas, pero de otra manera. Él también quiere regresar a casa, con su esposa, con su Penélope. Pero, como si fuera la otra cara de ese mundo desquiciado, quien está afectado ahora no es, como en el caso de Douglas, Ulises, sino Penélope, la esposa de Prendergast, pues está trastornada desde hace muchos años y la convivencia junto a ella le exige al veterano policía un esfuerza permanente.
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