Se publicó hace pocos meses este libro de Wilfried Stroh, profesor de la universidad de Heidelberg, titulado El Latín ha muerto, ¡Viva el latín!, de gran éxito de público para un obra sobre esta materia, cien mil ejemplares vendidos en Alemania. Esto que sigue son unas notas sueltas sacadas de su introducción.
¿Para qué sirve el latín? ¿Tienen que aprender latín todavía los alumnos de este siglo XXI? ¿No es mejor que aprendan inglés, ruso o chino? Pues no puede servir para nada aprender una lengua que ya no se usa, incluso ni en los seminarios de futuros religiosos. Requiescat in pace.
Ante estos argumentos tan tajantes, los partidarios del humanismo latino defienden que el latín es la vía de aprendizaje de las lenguas romances, no otra cosa que latín evolucionado. Además, y por si fuera poco, el inglés y también el alemán contienen en su léxico un buen porcentaje de palabras del latín.
Por otro lado, la lengua de la terminología científica internacional emplea por acuerdo general las lenguas clásicas a la hora de bautizar sus nuevos instrumentos, y hasta en la India o el Japón ya utilizan también este léxico universal sobre la base del latín y el griego. En el caso de la informática, palabras como computadora o computer proceden del latín computare; base de datos, del verbo dare; formatear, de forma; desfragmentar está compuesto con de y fragmentum.
¿Y qué decir de la publicidad? Productos como Aquarius, Magnum, Nivea, emplean la antigua lengua para dar más encanto y atractivo a sus productos.
¿Esto es suficiente para justificar la presencia del latín? Por ejemplo, a los alumnos de Medicina que tenían que cursar un año de lengua latina o griega les sería suficiente con un año sobre el léxico grecolatino empleado en su profesión, y no gastar tanto tiempo en la expresión completa de las lenguas clásicas, costosas de aprender.
Precisamente este aprendizaje, sin embargo, por diferentes razones, aporta ciertos beneficios, entre ellos mejorar el razonamiento lógico de los alumnos y facilitar el aprendizaje de nuevos idiomas a partir del conocimiento de las lenguas clásicas.
Ya puestos a favor del latín, se puede llegar hasta el caso de Finlandia, un país de lengua no románica y con el mayor éxito en los tan últimamente famosos informes PISA. Finlandia ha pretendido situar al latín como segunda lengua de la UE, después del inglés. Durante sus presidencia europea, publicaban comunicados administrativos en latín. Y no hay que olvidar que también de aquellas tierras son las emisiones radiofónicas de Nuntii Latini, realizadas en la radio finlandesa desde hace ya unas décadas.
Y al igual que esto, han proliferado en muchos lugares, tanto en Europa como en América, que sepamos, grupos de personas que vuelven a practicar el latín como lengua viva, adaptando el léxico a las nuevas necesidades y usos.
El latín es un lujo que no nos podemos permitir, es para una minoría y en los tiempos que corren no podemos malgastar la formación en este tipo de materias, se argumentaría de nuevo en contra del latín. Al contrario, parece que el latín mejora la expresión en la lengua materna y no es algo secundario el dominio de la expresión lingüística; por otra parte, más que separar en niveles formativos a los alumnos, los pone en situación de igualdad de oportunidades.
De todas formas, todavía sigue quedando bien soltar alguna expresión latina en cualquier reunión y quedar uno como persona culta y erudita. No es esto el fin que se persigue, el aprendizaje del latín y el griego intenta aproximarnos a la lectura de los textos originales, no quedarnos en la superficie y la apariencia.
Y si ya tenemos traducciones, ¿para qué entonces aprenderlo? Bueno, no todo está traducido, y menos aún toda la obra en latín posterior a la antigüedad clásica. A la hora de traducir, nos separa del latín todo un largo período de tiempo y una sociedad muy diferente a las nuestras, lo que lleva a un mayor esfuerzo de traducción.Estas diferencias no son tan grandes cuando traducimos de una lengua moderna a otra.
Y bien, así se podría seguir con esta discusión, dando argumentos a favor y en contra, discusión que, por otro lado, no es de hoy ni de hace unos años sólo, sino que lleva presente en el mundo occidental unos cuatrocientos años, en términos más o menos parecidos.
Queda, finalmente, el encanto y la magia de esta lengua, por un lado, y por otro, el reconocimiento a un idioma a través del cual los principales personajes y hechos históricos de nuestra historia se han expresado y manifestado en los últimos milenios de cultura occidental.
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