VIRGILIO, ENEIDA XII, 411 ss
"Venus
entonces, conmovida como madre por el indigno dolor de su hijo,
recoge el díctamo en el Ida cretense, el tallo de hojas rugosas que en una flor
acaba de púrpura; no desconocen esta hierba las cabras agrestes cuando se
clavan en su lomo las flechas voladoras. Venus, con la figura escondida en una
oscura nube, lo trajo y con él tiñe el agua vertida en un brillante cuenco,
curando en secreto, y la riega con los jugos de la salutífera ambrosía y con la
pánace olorosa. Fomenta con este brebaje la herida el longevo Yápige, sin
saberlo, y de pronto escapa de su cuerpo todo dolor, dejó de manar sangre la
herida profunda. Y salió al fin la flecha siguiendo sin que nadie la forzase la
mano y volvieron de nuevo a su sitio las antiguas fuerzas.
«Rápido, las armas del héroe. ¿Por
qué estáis parados?» exclama Yápige y enciende el primero los ánimos contra el
enemigo. «No salen estas cosas de humanos recursos ni de un arte magistral, y
no es mía, Eneas, la mano que te cura. Alguien mayor lo hace y un dios, de
nuevo, te envía a empresas mayores.»"
Yasmina Jaquadi Fuentes.
Beatriz Guasch Carmona
Angie Zappe Forman.
1º Bachillerato B.
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