viernes, 10 de mayo de 2024

Alejandro, militar y estratega: La conquista de Alejandro Magno, de S. Pressfield (2004)

 Steven Pressfield, 

La conquista de Alejandro Magno

(The virtues of war, 2004).



Steven Pressfield es un autor contemporáneo de novelas de gran tirada. Con formación universitaria, después pasó varios años en la marina estadounidense. Los aspectos militares, por tanto, destacan en sus novelas.

Ha escrito la mayoría de ellas ambientadas en el mundo antiguo. Los títulos de éstas, todas ellas escritas de seguido, y dedicadas al mundo griego en concreto, son: Puertas de fuego, (1998), sobre las Termópilas, Vientos de guerra, 2000, referida a la Guerra del Peloponeso; Las últimas amazonas, (2002), donde recrea este cada vez más verídico mundo. 


   


Además de éstas, tiene dos dedicadas a Alejandro, la que comentamos ahora, La conquista de Alejandro Magno, 2004, y La campaña afgana, 2006, que continúa la expedición macedonia hacia el interior de Asia.


  La Campaña Afgana by odagarb - Issuu     


En La conquista de A. M., el autor utiliza un recurso literario para contarnos la historia. Alejandro, debilitado, en los últimos días de su vida, habla con el joven Itanes, hermano de su esposa Roxana. Al parecer, solo siente confianza en él y, por ello, le relata y dicta los episodios de su vida, hasta los momentos finales.

Emplea, por tanto, la narración en primera persona, un recurso similar que ya utilizó Mary Renault en el volumen dos de su trilogía sobre el rey macedonio, El muchacho persa, o, en castellano, el premio Planeta del pasado año, La sangre del padre, de L. Goizueta. 


El autor dedica a la gran batalla, pues, varios capítulos, señal del cuidado y la importancia que le da a tal hecho de armas en el conjunto de su novela. Es considerable, por lo tanto, la parte dedicada en la novela al lado bélico y expansionista de Alejandro. Y, además, a esta de Gaugamela la detalla con detenimiento, por ser la de más importancia que va a tener en el apoderamiento del Imperio persa. De hecho, el título ya nos lo indica y avisa.

Los capítulos son los siguientes:


  • 21, EL AVANCE EN MESOPOTAMIA.

  • 22, MARCHAMOS EN DIRECCIÓN ESTE HACIA EL TIGRIS.

  • 23, LA MATERIA DEL CORAZÓN.

  • 24, LA JOROBA DEL CAMELLO, y

  • 25, LOS ROMBOS EN EL VIENTO.


21, EL AVANCE EN MESOPOTAMIA


Anábasis (habla Alejandro en primera persona) es una palabra militar. Significa «marcha al interior». Estamos a principios del verano, tres años después de que el ejército cruzara a Asia. Comienza nuestra anábasis en busca de Darío.


Es otro detalle de esta novela.Es claro que la palabra Anábasis, …, hace alusión no sólo al vocablo en sí, sino a la obra de un discípulo de Sócrates, escritor y militar ateniense, Jenofonte, la Anábasis o Anábasis de Ciro, Κύρου Ανάβασις, texto con el que se han iniciado, escolarmente, muchas generaciones de alumnos en la lengua griega. Relata, en primera persona, como esta novela, la aventura expedicionaria en la que participó con un contingente de mercenarios griegos, en favor de Ciro, aspirante al trono de Persia, enfrentado a su hermano Artajerjes, que lo detentaba en esos momentos. 

La aventura acaba de forma trágica, y los mercenarios griegos, con el propio Jenofonte que se pone al frente, inician una fatigosa retirada, que es también el otro significado, hacia su patria Grecia.

El relato era de sobra conocido en el mundo griego, y era una especie de comentario, pues sirvió a los escritos por los romanos, como el propio de César, unos informes válidos sobre condiciones geográficas, humanas, militares, etc., de cualquier expedición que se aventurara en el gran imperio persa.


El capítulo 22,  MARCHAMOS EN DIRECCIÓN ESTE HACIA EL TIGRIS, relta el avance del ejército macedono, una vez decididos a enfrentarse al rey en su terreno.


El capítulo 23, LA MATERIA DEL CORAZÓN, es el previo al dedicado a la batalla. allí relata Alejandro en primera persona cómo ha estado aguardando este momento desde siempre, como si ya hubiera estado predestinado a él desde que tomó conciencia de sí, aún en la niñez. Dato este algo exagerado, tal premonición, sabiendo como se sabe los vaivenes que tuvo su vida y, sobre todo, las dudas que tuvo la propia campaña en asiática en la realidad histórica. 


Me has preguntado cuánto tiempo tardé en preparar el plan de la batalla de Gaugamela.

Lo tenía preparado desde los siete años. Lo he visualizado un millar de veces. He visto este plan en mis sueños. He imaginado la disposición de Darío. He librado esta batalla en mi imaginación durante toda mi vida. Solo me faltaba vivirla en la realidad.


Evidentemente, Pressfield se ha preparado para la batalla de Gaugamela concienzudamente, le ha dedicado varios capítulos y muchas páginas, más de las de otros autores. Quizás se podría equiparar las numerosas estrofas que le dedica el Libro de Alexandre a la misma batalla.

Es claro que le ha querido dar una dimensión gloriosa, a la altura de la grandeza que tiene, a pesar de ser una desconocida hasta estos últimos años. 


En el capítulo 24, titulado muy documentadamente LA JOROBA DEL CAMELLO, es una clara alusión al origen etimológico de la batalla. En efecto, Gaugamela es la adaptación griega de la palabra semita Gomel, que significa camella. A ella se alude a la pequeña colina que se encuentra en la llanura, con forma de joroba de camello, y que aún mantiene ese nombre, Tell Gommel, es decir, la “colina del camello".


  

https://www.terradininive.com/projects/tell-gomel/?lang=en



Es un detalle, como otros que aparecen en el relato de la batalla, que lo hacen singular en el conjunto de las otras novelas históricas de Alejandro. Cada una, es evidente, en su calidad y estilo particular.


Pressfield, en su afán realista, menciona el dato de las diferentes monturas con que se enfrenta Alejandro en esta y otras batallas. Bucéfalo, es cierto, ya andaba mayor como para aguantar una larga jornada de combates. Por ello se le reserva para los momentos centrales.

Este dato de los caballos de Alejandro curiosamente, anecdótico pero interesante,  se encuentra en Curcio o Dionisio


Cabalgo sobre Corona cuando descendemos de la cadena de colinas llamadas Arouck. Bucéfalo me sigue, guiado por mi mozo Evagoras. Bucéfalo lleva puesto el cabezal con la cinta de adorno, y la liviana montura de combate, pero Evagoras carga con los protectores de las patas y el peto a la espalda. Mi caballo tiene diecisiete años. Lo montaré solo para la carga final.


La batalla propiamente dicha de Gaugamela se contiene en el capítulo 25, titulado LOS ROMBOS EN EL VIENTO


El encuentro bélico sigue narrado en primera persona por el propio Alejandro. No es un Alejandro introspectivo, como luego el de A. Goizueta, ni mucho menos, sino que el rey va describiendo lo que va presentándose ante su vista de un modo casi objetivo y analítico.


Vemos desde un kilómetro las estacas colocadas por los persas que marcan los límites de las pistas preparadas para los carros falcados.


Una cosa que destaca es el gusto por el realismo con el que quiere relatar el combate. Así, uno de los elementos por los que uno se pregunta, cuando se enfrenta a una batalla de las magnitudes de Gaugamela, y que choca con las narraciones literarias, es la forma en que, en todos los relatos, los líderes parecen saber lo que se produce en todo momento y en todas partes al instante. 

De esta manera, aunque es un recurso literario, claro, Alejandro tiene plena conciencia de lo que ocurre, aunque haya miles de combatientes, líneas de guerreros enfrentadas de más de un kilómetro de extensión, distintos regimientos, etc.

La pregunta, por lo tanto, es cómo se sabía de la marcha de una batalla cualquiera y, además, con las dimensiones de la de Gaugamela.

Pressfield, como ninguno hasta ahora (es cierto que Stone lo hace en el film, y Manfredi también, cuando Parmenión envía a algún mensajero en su apoyo), aquí Pressfield nos muestra abiertamente, y lo introduce literalmente  el equipo de correos y mensajeros que tiene Alejandro a su disposición. Con ellos, con los mensajeros cuenta, y Pressfield lo hace notar y los introduce como elemento narrativo, para saber de la situación en los diferentes frentes de combate, cosa imprescindible, lógicamente, en el transcurso del choque militar.

Este sistema de correos y mensajeros es necesario en el desenvolvimiento de la batalla, pero que poco se ha retratado en las otras novelas.


Los diarios del ejército consignan que aquel día contaba con once ayudantes y correos en la rotación; empleo solo a dos para el centro y la izquierda; los otros nueve van y vienen a la derecha. Cada mensaje que recibo es idéntico al anterior: «Envía refuerzos». La respuesta también es idéntica: «Resiste».



El encuentro Alejandro-Darío se narra con gran detalle y más precisión de lo que suele suceder.

Hay un avistamiento, otro lugar común del encuentro, en medio del fragor, de Alejandro sobre Darío.


Ahora vemos a Darío. El rey está a poco más de quince metros, en su carro,


Sin embargo, éste, lejos de retratarse con la ya consolidada y tópica mirada de terror en sus ojos, acobardado,como se le ha representado, no tiene tiempo para eso, pues se bate en la batalla con su askara, una lanza propia de los persas. Hasta aquí llega el detallismo.

Y también la novedad. Evita presentar a Darío como un cobarde directamente, y lo presenta luchando, con una lanza en las manos, askara, segúnla llama, y repartiendo mandobles.


y empuña la askara, la lanza de dos manos, con extraordinaria destreza y valor contra los jinetes de nuestro escuadrón de Bottia, situados en el extremo derecho de nuestra carga;


Además, no recurre a la imagen icónica del carro que gira y se retira, nada de esto se produce.

Alejandro está desesperado, una vez avistado la cercanía del rey persa, de ir a por él y capturarlo él mismo. 


La posibilidad de que alguien mate a mi rival casi me hace perder el juicio. Solo tres filas de jinetes enemigos nos separan del rey. Veo a Carmanes, el capitán de la guardia, que reúne a una compañía para proteger el carro del monarca. Cargo con Bucéfalo, enloquecido por la rabia y la frustración.


Pero Pressfield se resiste a introducir el icónico episodio de la jabalina. Antes de eso, aparece de pronto un escuadrón persa, que llega en protección de su rey, con lo que la posibilidad de atacarlo se disipa.


De pronto aparece por nuestra retaguardia un frente de infantería pesada enemiga. Son los mercenarios de Patron, a los que habíamos rodeado en nuestro ataque. Algunos han conseguido escapar de nuestra gran cuña; ahora están aquí. Se abren paso a través de nuestros hombres de Bottia. Sus escudos forman un anillo defensivo alrededor del rey. Lo salvarán.


Es decir, contra toda la tradición de las fuentes, el mosaico y las recreaciones novelísticas (cf. Issos), en Gaugamela no hay ninguna huida repentina y cobarde del rey en su carro. Tampoco recurre al ataque con la jabalina de Alejandro. Se detalla, al contrario, un enfrentamiento entre las fuerzas enemigas en torno al carro, y no hay esa espectacularidad y efectismo que emplean los otros relatos al narrar esta escena, tratada como un lance heroico y singular del rey macedonio.

Pressfield evita recurrir a este episodio ya tópico y dar esa visión recurrente en las novelas y films del episodio.


Pero sí retrata a Alejandro con el afán de llegar hasta Darío, a pesar de que la refriega ya no lo permite. Sus fuerzas, por otro lado, en un detalle realista de nuevo, están resentidas por la fatiga.


Ruego al cielo pidiéndole alas, fuerza, lo que sea que pueda llevarme a través de la muchedumbre y permitirme alcanzar a mi enemigo. Tengo las piernas tan cansadas que no siento nada por debajo de la cintura. Me lanzo de nuevo a la refriega. Las filas de los defensores tendrían que ceder a medida que se reduce su número y al ver que su rey se prepara para escapar.


La retirada del rey, por lo tanto, no es un hecho personal, impulsivo y acobardado del líder persa. Se produce de forma táctica, con varios regimientos agrupados en torno al carro para que este pueda escapar de forma ordenada. 

Además, como ya se registra en Plutarco y otros, los propios persas están dispuestos a sacrificar su vida por conseguir que Darío tenga más opciones de huida. Donde suele haber anonimato y la figura cobarde de Darío, Pressfield nos elabora un retrato más completo y detallado de cómo suceden estos acontecimientos, lejos de la espectacularidad y el gusto por lo llamativo.


Sin embargo este conocimiento, cuando llega, solo consigue que los caballeros de Persia realicen un esfuerzo sobrehumano. En el punto de penetración, los defensores redoblan sus esfuerzos, convencidos, no cabe imaginar otra cosa, que cada segundo que ganan a costa de su sangre ayuda a que se salve su rey.


Es que, además, el propio Alejandro es consciente del valor de los guerreros, caballeros como los llama, persas, así lo reflexiona.

Como decimos, lejos de la cabalgada épicas de los films, la de Alejandro lanza en ristre, y que luego arroja con rabia, en Pressfield hay un relato que quiere ser verosímil y lo más realista de lo que pudo suceder.

Ha habido que superar diez filas de combatientes, apiñadas, hasta llegar al carro real.


El enemigo se retira ante nosotros, en orden, sin dejar de resistir. Están frescos. Nosotros estamos exhaustos. Nuestra línea ha tenido que abrirse paso, combatiendo por cada palmo, a través de diez filas.


Como sería de suponer, Alejandro tiene que defenderse de un ataque, y nunca llegará hasta el rey. 

No habrá jabalina, por lo tanto, esa escena icónica.

En contra del mosaico, los films o los textos literarios. 


Carga contra los enemigos persas espada en mano, en el fragor de la carga. 


Me enfrento a un campeón con una coraza de hierro, un zurdo, que está a dos filas del rey. Su lanza no se me clava en la axila del brazo derecho por los pelos. Le hundo la espada en la garganta y empujo con todas mis fuerzas para apartar al hombre de mi camino, …


No hay jabalina por ningún lado.


De nuevo, como si Pressfield quisiera apartarse a propósito de las narraciones y otras recreaciones, Darío no agarra las riendas y hace girar el carro. Es una imagen icónica que aparece en los textos, el mosaico, se repite en las novelas y llega hasta el cine.

Aquí se elude el seguir con la imagen tradicional del carro que gira para la huida.

Son unos soldados, lo lógico, por otra parte, quienes abren un camino previo por el que pueda huir de forma más libre el carro real. Una versión más realista del hecho, claro.


Veo al mercenario Patron que reúne a su compañía alrededor de Darío. La guardia a caballo de Carmanes abre un camino para la huida. Gritan pero no llega ningún sonido; chasquean los látigos pero mis oídos no captan los trallazos.


La huida de Darío, por lo tanto, es organizada, táctica, casi anónima y hasta desconocida.

Quizás pudo suceder así, o no. Porque las propias fuentes antiguas, sobre todo Curcio, hablan del ataque de los Compañeros al carro real, el rumor de que Darío había muerto, y el desorden y la desorganización que se adueña del ejército ersa. 

Según Pressfield, parece que no influye esto en nada. Cosa también difícil de aceptar.

La persecución de Darío, en esto sigue la versión tradicional, no se llega a producir. De nuevo es Parmenión, aunque esta vez junto con otros varios generales, Crátero, Menidas, …, quienes lo reclaman para consolidar sus posiciones.


—¡Se escapa! —grita Filotas. A lo largo de la línea un centenar de gargantas macedonias repiten el grito.

El combate se prolonga durante otras dos horas. Mis escuadrones no se pueden separar para perseguir a Darío, tan desesperada es la lucha en las dos alas. Las compañías de Parmenio y Crátero se baten en la izquierda; las de Menidas, Aretes, Cleandro y Aristón en la derecha. Todas ellas necesitan recibir refuerzos con urgencia, …


Se parece en algo al Libro de Alexandre.


En su lugar, y con ese verismo que le caracteriza, describe a un Alejandro exhausto que, por más que lo intenta, no alcanza, tal es la magnitud del combate, de alcanzar a Darío.


Como parecería más verídico, la retirada de Darío se produce con cierto orden y táctica, no ese tirón de riendas y el giro de ruedas tan efectista de las otras novelas y los films.

Se nota que Pressfield ha querido dignificar al rey persa en tanto que guerrero con esto. Es más, como se dice, parece que este autor escribe, por así decir, a la contra. Esto es, parece tener delante otras versiones y recreaciones más o menos coincidentes de ciertos episodios de la batalla, y él, por su parte, quiere ofrecer una versión, se podría decir, más técnica, realista, veraz, por su especialización en historia militar, de los mismos. Suponemos todo esto, claro, aunque en varios pasajes se aprecia algo parecido a esto.


El enemigo se retira ante nosotros, en orden, sin dejar de resistir. Están frescos. Nosotros estamos exhaustos.


Ahora vemos a Darío. El rey está a poco más de quince metros, en su carro, y empuña la askara, la lanza de dos manos, con extraordinaria destreza y valor contra los jinetes de nuestro escuadrón de Bottia, situados en el extremo derecho de nuestra carga; han conseguido abrirse paso entre el apretujamiento y ahora se lanzan sobre el carro real. La posibilidad de que alguien mate a mi rival casi me hace perder el juicio. Solo tres filas de jinetes enemigos nos separan del rey.


Si bien el autor quiera presentarnos los lances de la batalla con más verismo y realidad, sin embargo pierde algo de esa espectacularidad a la que dan oportunidad estos lances. Estos episodios ya han acumulado una cierta tradición en las diversas recreaciones que se han realizado desde tanto tiempo atrás, y Pressfield parece querer distanciarse de ellos.


sábado, 2 de marzo de 2024

Vicente Cervera, De Proserpina a Leteo. El mundo clásico en mi poesía.

 ¿Cuáles son los referentes mitológicos más importantes en la obra de Cervera? Cita cuatro de ellos y, a ser posible, sus fuentes más concretas.

Referentes clásicos y mitológicos los encontramos en la obra de Cervera desde su primer libro, Aurigas inmortales, cuyo título lo toma de unos versos de  Parménides, invocación a la inspiración y llamándolo a la poesía, como Hesíodo hiciera lo msmo con las musas dela Pieria, y es un lugar común en la poesía antigua. 

Luego, sus otros libros y poemas toman elementos de la mitología que más le atraen. como los personajes de Proserpina, a la que dedica un poema pensando en la representación pictórica de Rossetti; Narciso, otro tema que le atrae, y para el que selecciona la particular representación de Caravaggio, con un Narciso solitario, sin Eco ni las ninfas, en esos tonos de claroscuros; y otros varios, como Hipólito, la muerte de OrfeoUlisesLeteo, el Olvido, hermana de Mnemosine, y el valor terapéutico del olvido, ya en Hesíodo y Ovidio.

Parece que la fuente mitológica más importante en sus obras y que tiene como referencia es Las Metamorfosis, de Ovidio. Además, hay citas y alusiones frecuentes a Hesíodo y a Parménides, en el caso de su primera obra.

   

¿Crees que la poesía de Cervera es una recreación más o menos literal de la tradición mitológica o más bien un punto de referencia a partir del cual elaborar sus propios contenidos poéticos?

El autor parece tener una fidelidad y apego a los textos clásicos, y a las versiones de los diferentes mitos. Sin embargo, sus poemas son una interpretación particular de cada personaje integrados en la visión personal de su reflexión. Son poemas no solo narrativos, sino que incorporan también una reflexión, filosófica también, donde aporta su punto de vista de los mitos. Por ejemplo, en el poema de Proserpina hay una identificación de la vida poética con la mirada nostálgica y desolada del personaje, sabedor que no podrá volver a la superficie pasado un tiempo, etc.

¿Consideras que es importante poseer conocimientos de la tradición clásica para un poeta contemporáneo? Justifica tu respuesta.

De una forma u otra, el mundo clásico está presente en la vida y la cultura popular de nuestra época. A pesar de las apariencias, aunque sea en una pequeña proporción, hay cierta difusión popular mayor que en otros tiempos de la mitología y las leyendas clásicas en la cultura popular.

Ahora bien, este conocimiento primero, digamos, se puede utilizar como elemento que complemente la obra poética de un autor, lo enriquezca de referencias y citas, o, también, que le sirva, además, como punto de inspiración para abordar temas de siempre de la poesía. En este caso, el poeta debería tener una formación suficiente y más en detalle de lo que las leyenda de la mitología significan y reactualizan ideas y creencias que van surgiendo a lo largo del tiempo.


domingo, 18 de febrero de 2024

¿CÓMO SE DICE ESA PALABRA? SÍBARIS EN EL FARWEST (LOS IMPLACABLES, R. WALSH, 1955)

 SÍBARIS EN EL FAR-WEST.


Le viene a uno a la cabeza, entre rebullones y flashes, la primera vez que oí la palabra SIBARITA en la vida. No tiene nada que ver, desde luego, con la primera vez que la oye Jane Russell en el film. Fue, para variar, en la clase de Griego del instituto, hace ya muchos años, por boca del eminente titular de la plaza. La tal palabra, un auténtico extraño para los que empezábamos entonces el bachillerato, la aclaró con total naturalidad el profe, para tranquilidad y sosiego de los que allí andábamos, y cierto goce y privilegio de conocer el significado escondido en tal singular y sonoro vocablo.



    Los Implacables, de Raoul Walsh, 1955, excelente película del reivindicado Raoul Walsh, es un western donde los tertulianos de Classics de este western alabaron la figura del director y, entre otras cosas, como el edredón, reivindicaron la omnipresencia de la naturaleza en el film. 

https://www.youtube.com/watch?v=aQ65V56rTGA&ab_channel=CINEEXIN


El argumento  no es muy complicado. Un grupo de hombres han de llevar mil y tantas cabezas de ganado desde Texas hasta Montana, donde las reses escasean.

Entre medias, hay de todo en un western. Ataques de indios, peleas con cuatreros, ahorcados en cualquier árbol, salones y jugadores, etc.

La trama, además incluye un triángulo amoroso entre los tres protagonistas, Clark Gable, Jane Rusell y Robert Ryan. La bella mujer ha de decidirse entre una vida sencilla y de valía, en un rancho, junto a un vitalista Gable, u otra más de oropeles y falsamente atractiva de la ciudad, con R. Ryan.

En medio de la película, la bella Russell se decanta por los encantos y lujos que le ofrece quien se la puede proporcionar, R. Ryan. 

Éste, fuertemente atraído por ella, una noche la invita a una cena, íntima y elegante, en su habitación del hotel, con vajilla de vidrio, cortinajes y el ostentoso Ryan haciendo gala de maneras de hombre de mundo. Sabe de los deseos y carencias de la Russell.


Ryan ha preparado una cena íntima con Russell, pues, que a ella la coge de sorpresa. Sin embargo, y con valentía, termina aceptando. Le responde al principio decididamente, mientras Ryan le expone su filosofía de vida, él es un ganador, quiere ser envidiado, solo los perdedores no lo quieren. Russell lo escucha y le responde a su manera.

Las intenciones de Ryan se van volviendo cada vez más claras, cosa de lo que es consciente Russell, y encara directamente los deseos que siente por ella.


  • Se acostumbrará a esta clase de ropa, nena. Y algún día se preguntará cómo pudo contentarse con menos, dice Ryan.

  • Tiene facilidad para convencerme.

  • Pues si soy tan persuasivo, tal vez pueda convencerla de que no vaya al oeste.

  • No, yo soy como usted, tampoco doy rodeos.

  • ¿Existe algún motivo especial en California?, le inquiere decidido el negociante.

  • No, nada especial. Sino que, como todo el mundo, busco la parte de felicidad que me corresponde, dice Russell concentrada.

  • La felicidad no es cuestión de geografía, se encuentra en todas partes, dice un ufano Ryan mientras se afana con el corcho. Hasta en una tempestad de nieve en …

  • Yo no la encontré, dice desengañada, expresando su desencuentro con Gable, y después de la sorpresa que le supone el comentario de Ryan. Mientras, se entretiene con un bombón, que muerde de varias formas, como si fuera por primera vez.

  • Tal vez tenga más suerte en Montana, se envalentona Ryan.


  • Siendo usted el dueño de todo el territorio, y lo mira con cierta picardía.

  • Y también de su felicidad, afirma un provocador y ahora sí, segurísimo Ryan.

  • Es usted muy ambicioso, señor Stark, dice la inteligente Russell, todavía con el bombón entre los dedos.

  • Yo no tengo ningún interés por los sueños que tenga, afirma Ryan en el momento en que por fin descorcha el champán, con un sonoro tump.



  • Oiga, ¿qué es eso?, dice Russell pegando un respingo por el descorche, y dejando el bombón y refiriéndose al champán que desde hace un rato llevaba traquiniando Ryan.

  • Champagne, afirma mundano Ryan. Y remata, El vino de los sibaritas, mientras se sirve una copa y le sirve a ella el aristocrático líquido.

Russell mira desconfiada el líquido burbujeante que le vierten en la copa

  • Si quiere que entienda su palabrería, va a tener que bajar a mi nivel, manifiesta Russell sin complejos. Y vuelve al bombón.

  • ¿Y por qué no procura usted subir?, aprovecha seductor Ryan. Y sigue, ¿no es eso lo que espera de la vida?


Ryan incita los ardientes deseos de Rusell de dejar atrás su vida de campesina y vaquera.


  • Sí, supongo que sí, lo encara valiente la joven.


Y entrando por ese camino que le propone Ryan, por fin, Russell le pregunta sin tapujos

  • ¿Cómo se dice esa palabra?

  • Sibarita, dice confiado en su juego Ryan

  • Sibarita, le responde Russell con cierta extrañeza por pronunciar la nueva palabra pero atenta, una vez ha aceptado la seducción, confirmando su participación.

  • Significa una persona con gusto. Evidentemente, Ryan se presenta como ese prototipo que encarna a un sibarita, aunque sabemos que sus valores van por oro lado

Es claro que no vendría a cuento que un tratante algo turbio de negocios del lejano oeste fuera a endosarle a la joven ávida de conocimientos que, por otra parte la confundirían más, no iba a endosarle la explicación etimológica de sibarita y la leyenda legendaria de la ciudad de Síbaris, origen de tal significado.

  A todas estas, Ryan lleva con la copa de champagne en la mano, presta a ofrecer, todo este rato de diálogo, esta mini clase de léxico, más que de etimología. Russell, humilde aprendiz, sentada, acepta su ignorancia junto con sus deseos de aprender y sus expectativas encontradas. Hace un gesto como de admiración

  • Qué le parece un brindis?, se decide por fin Ryan, que ha tendido el lazo sobre la joven con la palabra sibarita y el champán francés, y se siente con éxito.


  • Brindemos por lo que usted quiera, dice Ruseell decidida, saliendo del estupor de hasta entonces.



  • Por usted y por mi idea, dice galante al tiempo que ambicioso Ryan. Y `por un muto monopolio de las cosas mejores de la vida, remata incidiendo en Russell.


  • Desde luego, habla usted como un sibarita, ensaya con el vocablo Russell, aprendiz y aventajada alumna, que capta en seguida lo que la palabra y el proyecto de vida de Ryan implican e identifican.


                                    Se ve por fin una sonrisa cómplice entre los dos.

  • A mí me gusta todo lo mejor, dice ingenua Russell. Y brindan como si ya hubiera sellado implícitamente su compromiso.

  Tras saborear , dice 

  • Pues eso, señalando al champagne, parece de lo mejor.

Y, a continuación termina como entrando en intimidad.

  • Ah, tengo hechos polvo los pies, tendré que quitarme los zapatos.


La seductora escena de la íntima cena acaba aquí, algo bruscamente, con esta curiosa frase.

    
    Así pues, el helenismo SIBARITA, insólito en el western, acompaña y es puesto en boca de un personaje no precisamente caracterizado por su integridad moral y por una ambición sin límites. Está en clara oposición al otro rival, Gable, rústico y simple vaquero.

Para el personaje de Ryan, su fin en la vida es vivir lo mejor lo más envidiablemente posible, a costa de lo que sea. Esta forma de vida elegante, que él califica de SIBARITA, sin embargo está aquí teñida negativamente. Quien la pronuncia y hace exhibición de su conocimiento  deforma en parte el significado original del término, referido a los habitantes de la ciudad de Síbaris, colonia griega del sur de Italia, la magna Grecia, quienes gozaban de comodidades de vida insólitas entre las polis de su entorno. Tantas, que incitaron celos, también políticos y comerciales, y su destrucción por la polis rival, Crotona.

En verdad el término ya lleva su carga de elitismo y clasismo, pero puesto en boca del tratante Ryan su valor es aún más negativo. En cambio, para la ingenua Russell, la nueva palabra le abre un mundo de deseos positivos y buenos, la felicidad, en suma, largo tiempo esperada.


A continuación, hay una elipsis, se cambia de lugar, estamos en la sencilla habitación de Gable, que limpia su arma despreocupado. En eso, se abre la puerta de un golpetazo y una ebria Russell aparece en el portal, dispuesta a renegar de su relación con él. Le tira el dichoso edredón, con lo que simbólicamente implica. 

Y Gable, serio, le reprocha su estado y su decisión. Hay una discusión en la que Russell le repite que lo va a dejar, pero en eso entra una de las mujeres del local, cariñosa, que reclama a Gable. Contra lo esperado, Russell, se ve que su seguridad es solo apariencia, se enfrenta a ella, celosísima, y la amenaza con un revólver para que se marche.

A la mañana siguiente, en las orillas de un río, Gable reúne a sus vaqueros, les confirma las condiciones de su trabajo y ordena el comienzo del acarreo de las reses. Al mismo tiempo llega en una carreta Russell, que se va a unir. Gable se opone pero Ryan se ofrece a hacerse cargo completamente de ella, cosa que lo hace aceptar finalmente a regañadientes.

        La travesía comienza entonces, y la parte viajera y de diversas peripecias del film.


ALEJANDRO MAGNO (DE LA HISTORIA AL MITO) (2014). UNA VISIÓN TRADICIONAL DE ALEJANDRO Y DARÍO EN GAUGAMELA.

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